Capítulo 2.


La actividad de hoy, inusitada. 
Ésta soledad me está tomando las medidas. Me quedo vacía, consumida, entregada a tus manos y he llegado a esta habitación con restos de ti, de tus manos, de tus caricias, de tu energía, llena de tu amor ineludible.
Me gusta que habitas con urgencia, que no te vas de mi cabeza, no lo haces... a veces me voy yo de la tuya, nada más y nada menos porque soy volátil como los sueños... corro, me escondo, rebusco.
Me pierdo, encuentro todo y no sé qué hacer... y vuelvo a ti.
Hablo y luego enmudezco, siento en exceso, escribo y tiemblo.
Quiero que tu sigas constante. Puntual, transformando en ti a mi insomnio, llenando habitaciones de suspiros de todos los sabores, vacíandome y llenándome una y otra vez.
Que te quedes, que me esperes... mirarte.
Ahora estoy vagando por el mundo y sin querer ya te siento lejos. Camino despacio y voy de reversa, como estirando las manos para que la distancia sea menos. Te observo y me muerdo los labios…
Siempre tengo tantas ganas de quedarme en ti.
Deberías suturarme a un pliegue tuyo, átarme a un respiro, a tu latido, a tus manos que van vacías.
Átame a tu oreja izquierda, al lunar que nadie ha visto, a tu labio inferior, al arco de tu ceja.
Ánudame a tus brazos que no quiero andar dispersa, quiero sentirme bajo tu cuello, acurrúcame en un cachito de ti.
No quiero que te vayas, no quiero irme, no me sueltes...
Y mientras —mientras— te espero, quiéreme, sé mío. Te quiero, te requiero.

Besos suavecitos, te adora...

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