La rapidez con que te olvido es lenta, demasiado pausada, muy inexistente como para hablar de ella, invisible, muerta. Me lleva de la mano a través de los recuerdos, entre manecillas de relojes sin avance. Se acompaña de amaneceres desolados, y mirándome, sabe que ha perdido la batalla, aún cuando no empezó a luchar, por que en mis días (ayeres y mañanas) sólo hay tiempo para no dejar cesar a esta memoria que, hasta siempre y por hoy desde entonces, recordándote está. Bla, bla, bla ...

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