(Querido atardecer; querido tu; querido yo)

Antoine de Saint-Exupéry escribió en el Principito «Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol»; desde ésa frase la vida tuvo sentido para mi; Creí en eso porque fue entonces, cuando te vi (cuando te veo), que se reconforta mi alma y empieza la magia. Fui y soy agradecida por lo que mis ojos experimentaban, por lo que logras conectar y transmitir a mi cerebro, mi corazón y mi espíritu. Me siento bendecida porque termina el día, pero con la esperanza de volver a amanecer. 
Ésta carta es difícil de relatar porque estoy expuesta (y todos aquí intentan conectarse con algún “elemento”)… como el día a día en donde intento mantenerme lejos del planeta, del daño. 
Creyendo que soy única… el mundo está ahí, y no puedo evitar sentirme juzgada, y no puedo evitar sentir miedo.
A pesar de que antes escribir era como brotarse de mi cuál respiro, ahora me cuesta decirte que siempre has estado ahí para darme fuerza… para darme empuje al salir a darlo todo, a ser lo mejor de mi, al salir a correr, al regresar a casa, al tomarme un respiro por lo hecho en el hoy; no me he permitido darte el tiempo que mereces para contemplarte, para atender también tus necesidades… y me siento avergonzada, por ser egoísta, por ser inconsciente e ignorar que quizá no habrá mañana y doy por sentado, me orillo automáticamente a creer que estarás ahí. 
¡Qué tonta soy a veces por no valorarte! 

Es momento de pedir disculpas, de pedir perdón, y ¿sabes? no encuentro en ningún bolsillo palabras para decirte lo increíble que es quererte y que completas mi vida para ser lo que soy.

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