Busco: Narcóticos contra el mal de amor


Me he prometido dejar a diario una nota en tu blog, en tu mochila, en los bolsillos de tu pantalón, en tu abrigo. Sería muy fácil, supongo.
Me he hecho un lío en la cabeza, porque ya tengo demasiadas notas en mi mente, y otras más escritas en la pared y en mi cuaderno, he jugado a combinar gran variedad de palabras capaces de describir lo que siento sin que suene demasiado cursi, sin menor lío con la prudencia. Y sabes, creo que con poco que haya puesto, basta; pues si tú eres despistado, yo soy más bien torpe y cuando pienso en algo, aunque no lo diga, se nota; además, soy muy de hacer tonterías como dejar notas, y lo sabes.
Y pasan los días y aunque tengo ya un kilo de palabras en la punta de mi lengua, no digo nada, ni las plasmo en un papel entonces, no meto nada en tu bolsillo. Y pienso que quizá lo de la nota es una estupidez, que está más que visto, que es un detalle muy premeditado.
Y aunque en mi mural te pinte una sonrisa de oreja a oreja, y ponga en letras grandes, frases que solo tú entenderías y que podrían agradarte al leerlas. Eso es lo que me parece al principio, porque luego me doy cuenta de seguramente pensaras que soy un poco imbécil si escribo mientras me hablas en vez de prestarte atención. No, desde luego las letras no son la solución.
Me prometo entonces, que un día voy a sonreírte. (Sólo a sonreírte) Y mi sonrisa será tuya. (Sólo tuya). Lo que pasa es que hay días demasiado serios como para andarme con risitas, (tu lo crees?) y otros días son tan alegres que cualquier sonrisa es más que evidente (Pero lo mágico es eso, ésta te pertenecerá y lo sabrás). También he tratado de sonreirte en días corrientes, pero se me desvían los ojos, dejo de mirarte y parece que me río por dentro. Total, yo siempre estoy en mis cosas y sin darme cuenta pongo caras acordes con lo que pienso, así que tampoco tendría por qué llamar tu atención.
Otras tantas veces me pregunto para qué tantas complicaciones si sé hablar. Por favor!... Qué me cuesta abrir la boca y dejar escapar un par de palabras?
Pero no, está es otra de mis molestos temores, seguro que me puede el nerviosismo y empiezo a soltar disparates que nada tienen que ver con lo que siento.
Me rindo, al fin y al cabo qué más dá, si el mundo está lleno de hombres galancillos como tú y tampoco eres tan, tan, tan interesante que digamos; sí, tienes una delicadeza especial, pero nada sobrehumano al fin y al cabo. Te expresas de un modo que gusta mucho porque es peculiar sin dejar de ser sencillo y conciso, además lo haces con esos labios taaaaan perfectos... Pero bueno, ya será para otra vida.
Definitivamente, no eres tan maravilloso como para que yo tenga que andar haciendo promesas que no cumplo y defraudándome constantemente, aún menos cuando hay tantos como tú - tantos que podrían suplirte, quiero decir- a los que gustaría compartir besos conmigo, y con los que hacer el amor podría ser igual de placentero, ...o no. Porque en realidad, pensándolo bien, nunca encontré en otra persona esa mirada capaz de penetrar hasta en el último rincón de cada cosa en la que se detiene, esa mirada que se posa en lo pequeño que aparenta insignificancia, pero que en tu opinión es tan hermoso como el resto. Y es que caminas con la cabeza tan alta..., caminas con la cabeza tan alta sin hacer inferiores a los demás.
Creo que no es necesario que te sientes siempre a mi lado cuando nos topamos, o que te pongas justo a donde debo mirar, ni que vengas a encontrarme todas las tardes después de la facultad, ni que me preguntes a mí cuando te surge alguna duda, ni que me prestes libros.

¿Acaso quieres hacer deseoso hasta el último rincón de mi cuerpo recorriéndolo con tu mirada y no sabes como decírmelo? ¿Es eso? No te preocupes, prometo que mañana te lleno los bolsillos de notas; me escribo en la frente tu nombre; te sonrío en cada esquina, a cada momento; te susurro y te grito que ahora mismo no hay nada que desee más que atravesarte con mis manos mientras tú lo miras todo y si cabe, lo haces aún más inolvidable.




[...]

Yo me ilusiono muy rápido con todo y también soy exigente conmigo y doy lo mejor, y soy exigente con los demás porque eso de incondicionalmente no existe, siempre esperas que sea recíproco, y si me fallan me decepciono y eso es peor que cabrearse. El cabreo se va, con unos días, o con la ignorancia, la decepción se queda.

Comentarios

Entradas populares